Hasta no hace mucho tiempo, la gente del campo en Canarias veía a la naturaleza y sus elementos como unos entes con unas capacidades y poderes no presentes en la naturaleza que postula la ciencia actual. De hecho, se puede defender que atesoraba potentes rasgos animistas.
Plantas, animales, la luna, el tiempo, ánimas en forma de luces, estrellas... Todos estos elementos estaban dotados de una gran capacidad de acción, quedando el ser humano totalmente supeditado a sus voluntades.
Este libro rescata, a través de testimonios directos de personas mayores del ámbito rural, esa antigua percepción: una relación con la naturaleza tan particular como diferente a la actual.